Una mirada simbólica con referencia al Cristianismo.
Dicen las lecturas del Evangelio que el lavatorio de los pies, que hizo el propio Jesucristo a sus discípulos, y que precedió a la Santa Cena, nos dió tres cosas, una muestra, una figura y un documento: una muestra del gran amor que nos tiene, una figura de la limpieza espiritual que se requiere para recibir su cuerpo y su sangre, y un documento sobre la humildad que nos corresponde tener como discípulos suyos.
De esta manera y empezando con buen pie… podríamos decir que los pies están estrechamente ligado a profundas manifestaciones de humildad y servicio a los demás, que de modo simbólico indican la importancia y el valor de la que deberían gozar los pies, pues son los que, junto con nuestra parte más mental, nos dirigen y guían por los caminos de la Vida.
Siguiendo en el Cristianismo, los pies mantienen una estrecha relación con la pureza del alma. En la Biblia son más de 250 veces las que aparece la palabra pie, siendo su mayor condescendencia la de limpieza espiritual.
También es sabido que los pies simbolizan el poder para destruir el mal, ayudando así a la liberación. Yo diría que en el pie se ha querido simbolizar de alguna manera, la dignidad y la honestidad de una persona. Sin ir más lejos, cuando alguien es digno de admirar, utilizamos la frase «se viste por los pies» o «es un hombre de los pies a la cabeza».
Los símbolos son fundamentales para la comunicación humana, siendo un medio para comunicar ideas abstractas. El símbolo responde a reglas culturales y en gran medida es inconsciente, porque habla más de lo que creemos sin necesidad de palabra.
María aplastando la serpiente simboliza la recuperación de la condición espiritual del ser humano, el anuncio de la futura resurrección. Etimológicamente, resurrección es «estar erecto» y la postura erecta es gracias a los pies. De esta manera, María aplastando con sus pies la serpiente, y ésta a su vez, defendiéndose, atacando el calcañar, el hueso más robusto del pie, es lo que simboliza la ambivalencia lucha interna del ser humano, entre el bien y el mal, con la esperanza que triunfe el bien.
También Platón (427-348 a C.) expresa en Tineo, que el hombre es un cosmos pequeño, un micros cosmos, y que poseemos pies para ayudar a la cabeza, zona pensante. Que están construidos por Dios, para hacer al hombre bípedo andante y así ayudar a la cabeza, el reflejo de la divinidad que hay en los humamos.
En el camino de la Vida, nuestros pies siempre son los que nos ayudan a dar los pasos. Como bien dijo Machado “caminante no hay camino, se hace camino al andar”… pero la decisión para dar esos pasos está íntimamente conectada a nuestro corazón y cerebro, a nuestro mundo carnal y nuestro mundo astral o espiritual. Es tanta la conexión, que si no hay coherencia o cordura entre lo que pensamos, decimos y hacemos éstos, nuestros pies, se resienten debido a que la conexión inconsciente es inminente. Es esa de la que no somos conscientes y, como ya se sabe, el cuerpo siempre busca el equilibrio y si se detecta una incoherencia nos manda señales.